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Una pareja tocó las puertas del Instituto de Genética de la Universidad Nacional por una disputa sobre paternidad. El veredicto genético resultó una rareza en las estadísticas médicas: mellizos de diferentes padres.


Hace unos meses llegó al laboratorio del Grupo de Genética de Poblaciones e Identificación del Instituto de Genética de la Universidad Nacional una más de las decenas de solicitudes de paternidad que aterrizan allí cada mes. No debe resultar una sorpresa saber que vivimos en un país donde cada año al menos 11.000 de estas pruebas se aplican porque en su gran mayoría son situaciones en las que los padres se niegan a reconocer a sus hijos. En esta ocasión se trataba de una mujer, sus mellizos que acababan de nacer y el presunto padre.


La tarea cayó en manos de del perito encargado. Así que se realizó lo que siempre se hace en estos casos: tomar muestras de sangre de los hijos y del padre para extraer alguna de las células el material genético. El ADN humano es una larga cadena trenzada de moléculas conocidas como bases nitrogenadas. Las bases son solo cuatro: adenina, citosina, guanina o timina. Siempre las mismas. Cuatro ladrillos con los que es posible producir todo tipo de diferencias entre humanos pero también fabricar una mosca o un elefante.


En la antigüedad las disputas de paternidad se resolvían por diferencias de caracteres físicos. Con el descubrimiento del ADN y las técnicas para leerlo, fue posible comenzar a detectar zonas específicas en el material genético, los genetistas llaman polimorfismos. Son zonas que por su variedad de cambios entre una persona y otra cumplen la función de ser como huellas dactilares. Una prueba de paternidad entonces, consiste en comparar al menos 15 de estos ¨polimorfismos¨ entre los progenitores y sus descendientes. Es prácticamente imposible que dos personas tengan esos 15 lugares en su ADN idénticos y por lo tanto coincidan con los del hijo. Algunos laboratorios por seguridad comparan 20 o hasta 30 polimorfismos. En el caso de la U. Nacional el procedimiento estándar es 21. Así que eso fue lo que hizo el perito aquel día.

Vía:  El Espectador


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