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"Se me fue mi chicuelo", dijo Sandra Blanco, la única hermana del intendente Edwin Guillermo Blanco Báez. Este sábado viajó durante más de ocho horas para recorrer los 387 kilómetros que separan a Bogotá de Güicán de la Sierra, en Boyacá, donde serán entregados los restos del héroe que dio su vida por lograr la captura del temido jefe del Clan del Golfo, alias Otoniel.


"Mis padres, con esfuerzo, le entregaron su hijo a la patria y ahora se lo van a devolver en un cajón", dijo la mujer que confiesa que sintió un sinsabor cuando el presidente de la República, Iván Duque, manifestó que este sábado era un día para celebrar, por la captura de uno de los narcotraficantes más buscados en el mundo. "Al decir eso no pensó que para nuestra familia es el día más amargo de nuestras vidas. Murió un ser maravilloso".


En Boyacá, junto al Nevado del Cocuy, están sus padres, don Guillermo Blanco y la señora Lucía Báez, junto a un altar que armaron con fotografías del uniformado y con una vela encendida a la Morenita de Güicán, la virgen patrona religiosa del municipio. "Solo pido justicia, investigación a fondo y que esta muerte no quede impune", dice la señora con el poco aliento que le queda, tras llorar por horas la partida de su único hijo varón.


"Otoniel es un desgraciado delincuente, ojalá la Morenita de Güicán le tenga su merecido. Acabó con la felicidad de una familia. No nos merecíamos eso. Mi hermano era muy consagrado a Dios y a la patria. Otoniel es un desgraciado, que tiene que pagar", dice Sandra, quien espera la máxima pena para quien no solo causó daño a su familia, sino a miles más en Colombia.


Asegura que su hermano siempre fue un hombre honesto que nunca se dejó permear por la corrupción y por eso todas las operaciones que lideraban terminaban victoriosas. Sandra había invitado a su hermano para el bautizo y la confirmación у de sus hijas, pero él le dijo que entraría a una misión importante y no podría asistir. Le prometió que tan pronto saliera de esta operación le dedicaría tiempo a la familia porque le darían unos días de descanso. Pero, contrario a eso, el mismo día que alistaba todo para la ceremonia religiosa, recibió la fatídica noticia.


"Ahora tengo que escuchar a mi hija de tres años decir a media lengua: tranquila mamá, mi tío nos cuida desde el cielo", dice Sandra devastada por el asesinato de su hermano. "Por más homenajes que le hagan, nada me lo devolverá", puntualizó.


Sus papás estaban esperando que su hijo cumpliera el tiempo para pensionarse. Les había prometido que se irían a vivir juntos a Medellín y les estaba construyendo un apartamento. Tenía pensado casarse con su novia de más de una década. Le prometió a su hermana que después de esta operación pasarían más tiempo juntos, pero la guerra absurda del narcotráfico acabó con los sueños de una familia. "No tengo palabras para el dolor tan grande que nos causaron, era mi niño", dijo ahogado en llanto su padre, don Guillermo Blanco.

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