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Por: Emilio Gutiérrez Yance.


El destino parecía marcarlo como beisbolista de primera categoría pero estando en su mejor momento, listo para viajar a Estados Unidos, algo sucedió, un sueño de niño lo envolvió y se convirtió en patrullero de la Policía Nacional. 


Desde los 7 años de edad Ángel Gómez Burgos, se entrenaba en una Escuela de Beisbol del corregimiento La Boquilla en Cartagena de Indias. Aunque su sueño de niño era ser Policía, lejos estaba de imaginar que el destino jugaría a su favor y una lesión de tobillo lo dejaría por fuera de la convocatoria a Estados Unidos a donde viajaría como pelotero de primera categoría. 


Ya por fuera de los escenarios deportivos sin poder jugar, comenzó a recordar aquellos juegos de infancia donde siempre era la autoridad persiguiendo a los malos y entendió que su destino estaba marcado, pero no como pelotero, sino como miembro de la Policía Nacional. 


Tomó entonces la acertada decisión y con mucho esfuerzo por la escasez económica de su familia, ingresó como auxiliar regular y luego se convirtió en Patrullero, pasó por el Escuadrón Móvil Anti Disturbios y actualmente está adscrito a la Seccional de Tránsito y Transporte. 


No tuvo una niñez fácil y para ayudar en casa vendía cocos a lo largo de toda la playa, mientras su padre un humilde pescador de la zona desde otro punto lanzaba la atarraya buscando pescado para hacerle el quite a las necesidades.  


Toda su vida ha vivido en La Boquilla, allí conoció a Irelys María Sánchez Romero a quien tomó por esposa y le juro serle fiel, protegerla en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, y así lo hizo hasta los últimos días de su vida. 


Con los ojos aguados y con voz entrecortada, el patrullero Gómez, recuerda las últimas palabras de su amada esposa con quien compartió durante 21 años. “Gracias por tanto amor, cuida a nuestro hijo siempre, no lo desampares”.


Fueron 45 días en los que Irelys María, luchó aferrándose a la vida pero no le pudo ganar la batalla a un cáncer de útero que le hizo metástasis y le arrebató la existencia un 23 de diciembre de 2020, murió agarrada de la mano de su esposo. Fue un diciembre trágico e inolvidable para su familia, amigos y vecinos quienes el 24 de diciembre en plena navidad la acompañaron masivamente hasta su última morada.


Desde entonces el incansable Policía se convirtió en padre y madre para su hijo Ángel quien recuerda a su progenitora a cada instante buscando respuesta del por qué una mujer buena, murió sin poder compartir más tiempo con él. “Yo le digo que Irelys es un angelito más en el cielo que nos cuida desde lo alto”. 


La trágica noticia de que su esposa de 39 años de edad padecía cáncer de útero, sorprendió al patrullero en Bogotá donde hacia curso para vincularse a la dirección de Tránsito y Transporte, en plena pandemia por Covid-19 no tenía como regresar a Cartagena de Indias, pero ante la premura del caso fue trasladado en un vuelo humanitario y sin descanso se internó con ella en el hospital donde era atendida. “Nunca perdí la fe, siempre le daba ánimos, pero al final sobrevino la muerte. Fue un momento muy triste y doloroso para toda la familia, especialmente para mi hijo Ángel. Yo entré en shock y sentía que la vida también se me escapaba con ella”.

 

La gran responsabilidad que le dejó su esposa, esa con la que fue feliz durante 21 años, la cumple a cabalidad, con esfuerzo y sacrificio está concentrado en el bienestar de su hijo sin desatender sus obligaciones como Policía, profesión a la que le debe mucho y de la cual se siente muy orgulloso porque le permite servir. “La Policía para mí ha sido lo mejor que me ha pasado”. 


A pesar de crecer en un hogar con muchas necesidades él y sus tres hermanos lograron cerrar la brecha de la falta de oportunidades y se convirtieron en profesionales, uno es biólogo, el otro D.J y la menor es bilingüe. Su pequeño hijo quien también practica béisbol y se perfila como una promesa en este deporte, quiere ser ingeniero “todo lo que yo le pueda dar como padre y madre, además del amor y cariño lo haré con la satisfacción que sus alegrías también son las alegrías de ese ángel que nos ve desde el cielo”.  


Tras la muerte de su esposa, amiga y confidente, la soledad y la tristeza invadió su corazón, aquel hombre alimentado con pescado, patacón y arroz con coco, de piel morena, corpulento de 1,78 de estatura y 135 de peso, sentía perder las fuerzas, pero la responsabilidad y el amor por su hijo lo incorporó y hoy su más grande anhelo es verlo crecer sano y convertido en todo un profesional. 


Ángel Gómez Burgos, recuerda la angustia de su esposa cada vez que había un procedimiento del ESMAD y lo que sufrió cuando se enteró que en Barranquilla un miliciano casi le quita la vida de un machetazo. “Me pegaron un machetazo durante un procedimiento en Juan Minas, esto es en Barranquilla, el machete pasó entre el hueso de la cadera y el órgano, me cogieron 200 puntos, ella al enterarse se angustió mucho, pero gracias a Dios superamos ese momento”.

 

“Las fechas especiales son muy duras para mí, por ejemplo una celebración de día de la madre es un día muy triste para nosotros, pero bueno sacamos fuerzas, miramos al cielo y sabemos que ella nos está mirando, desde acá le decimos… Feliz día de la Madre”.




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