La plaza pública Manuel Dimas Del Corral, en la región de la Mojana sucreña, se llenó de cientos de ciudadanos que acudieron para dar su último adiós al subintendente de la Policía, Carmelo José García Gómez. El valiente uniformado, quien perdió la vida a los 43 años, dedicando 18 de ellos al servicio de la Patria, fue asesinado en la madrugada del domingo en el corregimiento Timba, en el municipio de Buenos Aires, Cauca.
La fatalidad ocurrió cuando estalló un carro bomba dejado por los alzados en armas en las afueras de una iglesia en el pueblo. El subintendente García Gómez, con menos de un año de servicio en el departamento del Cauca, había dejado una huella imborrable en su tierra natal. La comunidad se reunió para rendir homenaje a su valentía y compromiso.
En la ceremonia fúnebre estuvieron presentes compañeros de la Policía Nacional, entre ellos el secretario general de la institución, el general de brigada Hernán Alonso Meneses Gelves, y el comandante en Sucre, coronel Néstor Pineda Castellanos. Juntos brindaron los honores póstumos al subintendente Carmelo José García Gómez, quien fue acompañado hasta su lugar de descanso final.
Antes de los honores en la plaza, el féretro del valeroso policía fue llevado a la iglesia cristiana a la que pertenecía, y posteriormente a la iglesia católica. Durante su vida, García Gómez había decidido abrazar a la fe cristiana evangélica, siendo un ejemplo de compromiso tanto en su servicio como en su vida espiritual.
El subintendente dejó un legado profundo en su comunidad, habiendo visitado a sus conciudadanos en Majagual durante sus vacaciones en el mes de julio. Durante ese tiempo, aprovechó para bautizarse como cristiano evangélico, un testimonio de su compromiso personal y espiritual.
En medio de la tristeza, sus padres y su única hija, una adolescente de 15 años, recibieron distinciones conmovedoras por parte de la institución y la comunidad que se unió para honrar su memoria. García Gómez, quien había trabajado anteriormente en la Estación de Policía del municipio de San Benito, Sucre, deja un vacío imborrable en la comunidad y un recordatorio constante de su valentía y fe inquebrantable.
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