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Por: Marcos Daniel Pineda García.

Aunque resulta interesante apostar a la cultura ciudadana en un ejercicio como el Día Sin Carro “voluntario”, para que una iniciativa de esta naturaleza tenga éxito debe enseñarse poco a poco, sin represión, pero con autoridad.


Luego de realizar esta jornada exitosamente por diez años ininterrumpidos y pese a lo grato de saber que cientos de ciudadanos optaron por medios de transporte alternativos durante el más reciente Día sin Carro realizado en Montería, los resultados fueron confusos, pues también miles de personas optaron por hacer caso omiso a la invitación y circularon sin reparo en sus carros y motos.


Quienes se acogieron a la medida y decidieron hacer su rutina laboral en bicicleta, manifestaron su inconformismo al verse andando entre decenas de vehículos por las principales vías de Montería, cuando se suponía que era el día sin carro, eso sin mencionar al gremio de taxistas, que en esta oportunidad no produjo lo acostumbrado. Muchos monterianos incluso pensaron que habían entendido mal el anuncio y se habían equivocado de fecha.


Lograr un alto nivel de cultura ciudadana no es tarea fácil, tampoco lo es consolidarlo y mucho menos arraigarlo. Muestra de ello fue lo sucedido en Bogotá durante la recordada alcaldía de Mokus, quien hizo de la cultura ciudadana su principal bandera, logrando transformar el comportamiento frente a lo público y consiguiendo que la capital del país pasara por uno de sus mejores momentos.


La meta alcanzada en el corto plazo en Bogotá, solo fue posible gracias a una campaña pedagógica que llevó a los capitalinos a asumir la ciudad como suya, incentivando el cuidado de la misma, desde la más pequeña acción individual hasta el más grande movimiento colectivo.


Tristemente, la falta de una política pública distrital que garantizara la continuidad de esta labor educativa, ocasionó que lo logrado en ese entonces se perdiera con los cambios generacionales y la sucesión administrativa de la ciudad.


En Montería han surgido procesos de cultura ciudadana de la mano con la transformación urbana de la ciudad, como la campaña “Yo Amo a Montería” en 2010, que tuvo éxito gracias a que muchos entendieron que su ciudad contaba con ellos para iniciar por fin el proceso de desarrollo que por tantos años esperaban, y que no podía depender únicamente de iniciativas lideradas por la administración municipal.


Campañas como Monterianízate en 2019, surgidas desde la ciudadanía y acogidas por la Alcaldía, buscaban enseñar que actos tan simples como arrojar la basura en su lugar, respetar las normas de tránsito, darle uso adecuado al mobiliario urbano y cuidar el medio ambiente, más que una obligación, recogen el sentimiento de todos los que entendemos la ciudad como una extensión de nuestro propio hogar y como tal la amamos, valoramos y cuidamos.


Adoptar una lógica colectiva frente al buen uso de lo público, no por miedo a una sanción sino por el beneficio general, no es algo que pueda dejarse al azar, ya que no todos vemos el mundo de la misma manera. Es algo que debe enseñarse con pedagogía, de manera constante, a través de un trabajo integral con la comunidad, pero siempre con el acompañamiento de la autoridad.


Solo así lograremos ciudades con más ciudadanos que habitantes; solo así podremos adoptar la cultura ciudadana como un principio para vivir mejor.

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