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Barcelona, España.

A la edad de 97 años falleció este sábado 6 de noviembre en su ciudad natal, Barcelona, el presbítero Francisco de Mendizábal, más conocido como el padre Pachito.


El padre Pachito ocupa un lugar importante en la historia de Valledupar y en la musicografía de la región pues es protagonista de dos canciones legendarias del maestro Calixto Ochoa.


Quienes lo conocieron describen al cura español como una persona de estatura alta (1.70 centímetros) para el promedio de la época, de tez clara, y contextura mediana, y con el característico acento de los catalanes.


Los Altares de Valencia


A finales de la década del sesenta, a este religioso le fue asignado, recién ordenado, la parroquia de Valencia de Jesús, y una de sus primeras medidas fue retirar los altares de la centenaria iglesia con el fin de repararlos. Este hecho causó una controversia entre los habitantes de dicha población quienes, por una confusión, pensaron que los altares iban a ser robados.



El periodista William Rosado Rincones narró la historia en su libro El Mundo de Calixto, indicando que los hechos ocurrieron en 1967:


“… esa costumbre permitió descubrir un día la llegada un misterioso camión que se parqueó al costado de la iglesia, hecho que no era común pues las puertas del templo abrían raramente los domingos o en las fiestas de octubre en honor a la virgen del Rosario y en la tradicional Semana Santa.


Margarita Ávila, una matrona de la población se percató de que algo había en el canto de la cabuya y sigilosamente alertó a la población de lo que estaba ocurriendo, de inmediato el pueblo entero tenía rodeado el carro con la sorpresa de que quien comandaba el operativo era el padre Pachito, el sacerdote asignado a esa parroquia.


El pueblo pedía explicaciones y el aturdido cura no los convencía de una supuesta diligencia encomendada para trasladar los retablos para una pretendida reparación, de inmediato hubo amotinamiento general e inmovilizaron el carro mientras el ministro de Dios salió como alma que lleva el diablo en otro vehículo que lo recogió.  Los moradores bajaron los altares y antes de colocar (sic) una denuncia le escribieron a Calixto Ochoa, la figura jerárquica de la población por todo el renombre que musicalmente tenía.


La respuesta fue más efectiva que cualquier dictamen judicial, la sanción moral era un veredicto lacerante que no lo sentenció ningún juez, sino las bocinas, tocadiscos, traganíqueles y las emisoras que sonaban un éxito que rebosó las estadísticas de otras melodías, la canción ‘Los Altares de Valencia’ era el tema más solicitado y popular de esos días”.


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