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En su confesión ante la JEP menciona a políticos, empresarios, militares y ganaderos como supuestos aliados del paramilitarismo. Entre ellos, se despacha contra el actual presidente de Fedegán. 


Benito Osorio Villadiego fue hace 15 años uno de los hombres más poderosos de Córdoba, apalancado en su amistad con los hermanos Castaño y Salvatore Mancuso.


Hace dos semanas la JEP le concedió la libertad al valorar la importancia de sus nuevas declaraciones ante ese tribunal sobre los supuestos vínculos de la élite del poder costeño y los paramilitares.


Benito Osorio Villadiego fue secretario de gobierno, presidente del fondo ganadero de Córdoba y gobernador encargado de ese departamento. Hoy es uno de los comparecientes estrella que tiene la jurisdicción especial para la paz para comprender cómo el paramilitarismo permeó a la fuerza pública, el empresariado y la política colombiana.


Durante dos décadas, Benito Osorio se hizo amigo, uno a uno, de los miembros de la casa Castaño: primero de Fidel, luego de Vicente y Sor Teresa, la cuñada de los hermanos, y finalmente de Carlos. Se acercó tanto a la cúpula paramilitar que llegó a ser testaferro de Salvatore Mancuso.


“Mis predios estaban compuestos por de una finca denominada El Halicarnaso por la cual fui condenado como testaferro de Aram Assías y de Salvatore Mancuso”, confesó.

Las relaciones de Benito Osorio con el paramilitarismo contribuyeron a que se convirtiera en uno de los hombres más poderosos de Córdoba. Llegó a ser gobernador encargado del departamento durante 17 días a comienzos de 2008, un cargo al que tuvo que renunciar porque los medios de comunicación revelaron sus nexos con los paramilitares.


A mí el presidente Álvaro Uribe me encargó de la gobernación de Córdoba en un periodo donde había algún inconveniente, sin consultarme nada. Yo me doy cuenta cuando me llamó Carlos Holguín Sardi y vi en la página de la presidencia que estaba colgado mi nombre como el gobernador de Córdoba que había encargado el doctor Álvaro Uribe para esa época.


Para ese momento, cuando el gobierno Uribe lo nombró gobernador, según él mismo le dijo a la magistrada auxiliar de la JEP, sus relaciones con los jefes paramilitares ya eran de conocimiento público.


Con ese prontuario a cuestas, Benito Osorio llegó a la jurisdicción especial para la paz. Durante una diligencia de doce horas que se llevó a cabo el 16 y 17 de diciembre de 2020, contó cómo las autodefensas se aliaron con el poder en Córdoba. Tal vez lo más revelador de su relato son las alianzas de la cúpula paramilitar con los ganaderos, un gremio que Osorio conoce desde adentro.


Osorio está condenado a 19 años por la alianza que el fondo ganadero de Córdoba, bajo su dirección, sostuvo con la casa Castaño. El objetivo del pacto fue despojar a cientos de campesinos de las mejores tierras de los límites entre el Urabá antioqueño y cordobés, en la región de Tulapas. Para ese objetivo criminal usaron como intermediaria a sor Teresa Gómez, cuñada de los hermanos Castaño y hoy condenada por homicidio, concierto para delinquir y desplazamiento forzado.

“La junta directiva en pleno fue y sesionó allá y colocó el nombre de sor Teresa para que fuera la intermediaria de los vendedores con el fondo ganadero”, aseguró.


La estrategia era tan sencilla como despiadada: los paramilitares presionaban con sus armas a los campesinos y el fondo ganadero les compraba la tierra a precios mínimos, irrisorios.

Cuando se compró la hacienda Tulapas los vendedores llegaban donde ella y según el relato de los vendedores, ella les pagaba con el dinero que sacaba de una alacena o de unas tulas. Posteriormente cuando se legalizaba eso, entonces mandaban toda esa documentación al fondo ganadero y el fondo ganadero giraba el cheque a nombre de los vendedores, pero esos cheques eran reclamados por sor Teresa.

Según Osorio, los miembros de la junta directiva del fondo sabían que sor Teresa usaba la violencia para comprar la tierra barata. Varios de ellos, y la misma cuñada de los Castaño, también pidieron pista en la JEP para comparecer por el caso de Tulapas.


Luego de comprar la tierra despojada, el fondo quemó los ranchos de los campesinos para asegurarse de que no regresaran.

Ese bien era inmediatamente incinerado, quemado, para que no quedara vestigio de nada y nadie pueda ocuparla. Una acción que la hizo el fondo ganadero y la hice yo en muchas ocasiones porque yo tenía como que un ánimo de pirómano, me gustaba ver la candela sobre esas chozas donde vivían los campesinos.


Según Benito Osorio, la relación del fondo con los paramilitares iba más allá del negocio de Tulapas. Los agremiados permitían la presencia de los paramilitares en sus tierras, incluso les pedían autorización para contratar a sus trabajadores.


La gente que llegaba a trabajar al fondo ganadero tenía que tener el aval y la anuencia de las autodefensas. Cuando comenzamos a trabajar que entramos con 300 hombres, todos nos los mandaban en camiones de la casa Castaño y las personas tenían que pasar el visto bueno de gente de las autodefensas.


Esta cercanía entre los paramilitares y los empresarios ganaderos, dijo, no se limitaba a Córdoba, y ocurrió incluso en el Federación Nacional Ganadera, Fedegán.

Es imposible desligar a ese gremio ganadero de las Autodefensas Unidas de Colombia. Generalmente los comités de los diferentes departamentos tienen o tenían en ese momento apoyo de quienes estaban al frente de los grupos de autodefensa. No se puede de ninguna manera separar a Fedegán de las Autodefensas Unidas de Colombia.

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