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Iván Antonio Domicó, es el primer miembro de la etnia Embera Katío, que se gradúa como profesional de la Universidad de Córdoba y lo hará este 20 de mayo, cuando recibirá el diploma que lo certifica como Licenciado en Ciencias Sociales, Facultad de Educación y Ciencias Humanas.


Relata que a su llegada a la Unicórdoba, hace cinco años, debió enfrentar lo que denominó choque cultural, porque no entendía mucho el lenguaje técnico de las clases que impartían sus docentes y sus compañeros no salían del asombro de compartir aula con alguien que portó todo el tiempo sombrero con plumas, collares y tatuajes en el rostro y en los brazos. Sin embargo, a medida que el encuentro entre culturas se hizo ameno, recibió todo el apoyo del resto de los jóvenes del curso y docentes para hacer sus estudios y volverse profesional.


“Soy uno de los beneficiados de la política de inclusión de la Universidad de Córdoba, gracias a ella hoy tengo la capacidad de llevar el conocimiento a mi población. Las primeras semanas de clases no entendía nada y eso me dificultó 


un poco el proceso, pero gracias a mi Dios Karagaví me fui adaptando a la nueva vida”, cuenta Iván, a unos días de la ceremonia que en su comunidad se celebrará con ritual, discursos de los mayores y brindis de plátano asado, arroz y pescado.


Su secundaria la hizo de forma intermitente; estudiaba un año y trabajaba al año siguiente, para ahorrar los costos que le implicaba retomar, hasta que llegó al último grado, a través del programa de etnoeducación que llegó a su población Pavarando, en las estribaciones del Nudo del Paramillo.


Fue huérfano de padre desde los dos años, criado por su abuelo en la excitante selva del Paramillo, donde conoció a unos estudiantes y docentes que hacían una práctica pedagógica en su territorio y a quienes les expresó su deseo de cursar una carrera en la Universidad de Córdoba. La petición de Iván despertó el interés colectivo de varios docentes que lo trajeron hasta el campus central. Aquí aprendió a defenderse con la decidida ilusión que lo condujo cada mañana desde el vecino barrio de Mocarí.


“No sabía caminar por el centro de la ciudad, pero en estos cinco años conocí las calles y los sitios más importantes de Montería. Mi población ahora sabe que en todo este tiempo me preparé y me ha pedido que ayude a otros de mi comunidad para que también ingresen a la universidad, me toca hacer un gran trabajo, para adaptar el conocimiento que recibí en la Universidad de Córdoba a nuestros propios saberes”, relata Domicó, mientras las miradas de quienes pasan se centran en sus atuendos y en el bolso de piel de tigrillo donde carga un viejo cuaderno con las letras de las danzas de su comunidad en lenguaje Embera, un chirú (flauta) y un caparazón de tortuga que también utilizan como instrumento.


Su título como licenciado en Ciencias Sociales lo obtendrá con tesis meritoria, producto de un trabajo de investigación de etnocartografía, en la que representa en un mapa elaborado a mano todos los aspectos de su comunidad, e integrando detalles geográficos y ecológicos de su contexto.


Iván lleva en su recuerdo la sonrisa de los trabajadores de muchas dependencias de la Universidad de Córdoba, quienes le tendieron la mano y también el escenario verde y ecológico de su alma mater. Le duele irse, pero lo motiva regresar al Paramillo a cumplir la misión con la que salió: ayudar a través de un enfoque diferencial a que mejore la calidad educativa en los niños y jóvenes que siguen esperando oportunidades de acceso y una mejor enseñanza.

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