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Se tiene noticia que en el año de 1854 los hermanos Casimiro, Máximo, José Blas y Nicomedes Díaz, llegaron procedentes de Barú y se establecieron en el sitio que hoy se conoce con el nombre de Puerto Escondido Viejo. Otra familia de apellido Barrios, también de la isla de Barú, cerca de Cartagena, atraída por los relatos que llevaban los marineros, sobre la fertilidad de estas tierras y de la bondad de sus moradores, se vino a instalar en estos lugares.


Corría la década de los cuarentas cuando en medio de una colorida ceremonia el sacerdote de Puerto Escondido lanzó agua bendita sobre la pequeña figura traída de Europa y al verla tan frágil la bautizó como “Bolivitar”.


Y así resumió la ternura que la pequeña figura de Simón Bolívar despertó entre los habitantes de esta población cordobesa ubicada a 90 kilómetros al noreste de Montería, en un lugar “escondido” frente a la inmensidad del mar.


Desde entonces se ha arraigado un “espíritu bolivariano” y “Bolivitar” o Simoncito, como otros prefieren llamarlo, se ha convertido en un símbolo de la población y el lugar bajo cuya tutela se realizan una gran cantidad de actividades y eventos, como el famoso Festival Nacional del Bullerengue.


La estatua mide 50 centímetros, pesa 15 kilogramos y está sobre un pedestal de dos metros y medio, demasiado grande para la heroica figura que parece como puesta a la fuerza en ese lugar.


El licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales, Haroldo Álvarez señala que ésta es  la estatua más pequeña del mundo y cuenta que su arribo a la población tiene que ver con un tradicional enfrentamiento entre dos barrios.


“Había una permanente piquería entre el barrio abajo que se llama hoy Simón Bolívar y el barrio arriba que ahora es el 20 de Julio, producto de una controversia sana sobre cual crece más y cual es más bonito”, cuenta Álvarez, quien señala que como consecuencia de ello se impusieron el reto de traer algo simbólico para Puerto Escondido.


Reitera que esta especie de concurso permitió que los habitantes del barrio abajo trajeran la estatua de la Virgen del Carmen, que está ubicada frente a la iglesia, y mucho tiempo después los del barrio abajo la estatua ecuestre de Bolívar.


Esta es una réplica ecuestre de la estatua de Pietro Tenerani que está en la Plaza de Bolívar de Bogotá y fue traída desde Europa hasta Cartagena y desde allí llevada por vía fluvial a Puerto Escondido.


Dicen que una vecina del pueblo tiene la factura de la estatua que tuvo un valor de 150 pesos, incluido el transporte desde la capital de Bolívar.


El “Bolivitar” o “Simoncito” es apreciado por propios y extraños y durante años se ha establecido un ritual de fotografiarse con él, pero no ha estado exento de ataques y hasta intentos de robo.


Incluso hay quienes cuentan que hace muchos años cuando unos delincuentes intentaron robarse el monumento, un espanto misterioso apareció y evitó que se lo llevaran.


Sergio Salas contó que en esa oportunidad “intentaron desprender la estatua con cincel para llevársela” y sentencio que “el que lo intente de nuevo tendrá que meterse con todos los vecinos de Puerto Escondido, que son sus celosos guardianes”.


La historia de un pueblo escondido frente al mar de Córdoba que tiene una gran devoción bolivariana y un amor infinito por la pequeña estatua del Simón, acariciado eternamente por las olas del mar Caribe y su alegre música.


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