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Por: Emilio Gutiérrez Yance.

El patrullero de la Policía Nacional, Iván de Jesús Acosta Julio, víctima de un desenfrenado “Plan Pistola” del Grupo Armado Organizado “Clan del Golfo”, tal vez presentía que su muerte estaba cerca, en mensajes de textos le dijo a su esposa que cuidará mucho a sus pequeños y que su amor por ella era incondicional.


Quizás ese temor a morir sin poder ver crecer a sus hijos, lo impulsó a tomar la decisión de retirarse de la Policía, estaba dispuesto a dejar las filas en este mes de agosto y dedicarse a otra actividad que le permitiera estar más tiempo con su familia.


“Él decía que el 97% de su tiempo se lo dedicaba a la Institución y el resto a nosotros, consideraba que no era justo”, narra su esposa, Juliet Paola, quien quedó embarazada, con un niño que apenas va a cumplir cuatro añitos y con un dolor irreparable.


Al patrullero Acosta Julio, un sicario le apagó la vida cuando compartía en la terraza de su casa una bebida de maíz con su pequeño hijo al que protegió hasta el último instante de su vida. La bala que lo impacto en el pecho lo mató y de paso acabó también con los sueños de una familia llena de ilusiones y ganas de salir adelante.


Los planes para celebrar el cumpleaños del pequeño Iaen Lucas se esfumaron así como la alegría de aquella mujer de 26 años quien llora su muerte y pide fortaleza al creador para seguir luchando por sus hijos. “Grande era la ilusión que tenía Iván de conocer a la niña que viene en camino ahora a finales de agosto y de compartir mucho con ellos, pero ese sicario sin siquiera pensarlo nos arrebató esa felicidad”, dice Juliet, mientras suspira profundo.


Juliet Paola e Iván de Jesús se conocieron en el municipio de El Carmen de Bolívar, ella apenas tenía 14 años y el 19, fue un amor a escondidas que nació a primera vista en una caminata y que creció con el tiempo. Cuenta que ambos eran estudiantes y que para ese entonces él trabajaba en la plaza de mercado vendiendo frutas y verduras. Su papá quería que cultivara la tierra, pero su mamá visionaba otro futuro para su hijo.


El Patrullero creció en medio del traqueteo de las ametralladoras en pleno conflicto de paramilitares, gobierno y guerrillas en los Montes de María. A su esposa le contó que muchas veces él y su familia dormían en el monte por el temor que infundían los alzados en armas y por miedo a ser asesinados.


Siempre estuvo del lado de los buenos, prestó el servicio militar, salió y nunca se quedó quieto, trabajaba en lo que encontraba hasta que por la insistencia de un amigo se presentó sin ninguna expectativa a la Policía y quizás porque ya tenía su destino marcado, fue aceptado, hizo un préstamo de 10 millones de pesos e ingresó. Nueve años de su vida dedicó con honor a la Institución donde recibió varias condecoraciones.


Con su esposa habían acordado que la niña que nace ahora a finales de agosto la llamarían Mía Celeste. No alcanzó a conocerla, a esa niña el sicario le quitó el derecho de conocer a su padre.


La vida del Patrullero quien cumpliría 31 años de edad el 29 de septiembre, transcurría económicamente con lo necesario entre la Institución y su familia en el barrio Los Laureles de El Carmen de Bolívar. Había sido trasladado desde Mompox a su pueblo hacía seis meses.


Con su pequeño hijo jugaba en el parque y todas las tardes cuando estaba en casa pasaba el señor de los petos y compartían esa rica bebida de maíz hasta aquel fatídico 25 de junio de 2022.


El patrullero estaba de descanso, todo el día había compartido con su esposa y ayudado en los quehaceres de la casa, por la tarde estuvo acostado jugando con su pequeño, sin imaginar que sus horas estaban contadas porque un sicario le estaba haciendo la cacería para matarlo y cobrar cinco millones de pesos que el “Clan” pagaba por Policía caído en medio del “Plan Pistola”.


“A él me lo mataron delante del niño. Estábamos acostados y de repente la voz de un señor que todas las tardes pasa vendiendo peto, el niño le dice papá cómprame un peto, el sale compra los petos y se sientan a tomárselo en la terraza como era costumbre, en ese momento pasa el sicario y le dispara, cuando yo escucho los tiros salgo y lo veo donde el viene con el niño en los brazos y me dice cógelo, cógelo, yo veo a mi niño ensangrentado y pensé que era al que le habían disparado, alcanza a cerrar la puerta y me dice me dispararon. El disparo estaba en todo el centro del pecho. Se agarró de las paredes y poco a poco se fue desplomando. Como pude lo levanté y ya estaban llegando los vecinos gritando que abriera la puerta. Se lo llevaron en una moto moribundo para el hospital. Yo tenía la esperanza que se salvara, como pude me subí en una moto y llegue hasta el hospital, allá me decían cálmate, cálmate, me tomaron la presión, me revisaron la barriga y me dijeron tienes que ser fuerte porque ya Iván no está con nosotros”.


Juliet, narra con el dolor que produce perder a un ser amado, que en ese momento todo se le derrumbó y aun llora en silencio la muerte de su único amor, el de toda su vida con quien se casó y compartió grandes momentos llenos de alegría. “yo no sé cómo me voy a reponer de esto, lo más difícil es responder las preguntas de mi niño que todos los días espera a su papá porque no ha alcanzado a comprender que se fue para no regresar. Siempre le digo y le diré que su papá fue un héroe”.


Reitera su agradecimiento con los compañeros de su esposo quienes han estado todo el tiempo pendiente de su salud y hasta han hecho una colecta para ayudarla económicamente.


Casi con ganas de levantarse de la silla porque ya no da para responder más preguntas y mirando a la distancia dice que espera justicia divina, “él era un buen Policía, un hombre bueno, un buen esposo, un buen padre, no merecía morir así”.

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