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El Miércoles Santo se recuerda el acuerdo por treinta monedas de plata entre los príncipes de Jerusalén y el discípulo Judas para traicionar a Jesús.

Esta jornada conmemora los eventos que desencadenaron en la última semana de Jesús en la Tierra


Los fieles cristianos celebran hoy el Miércoles Santo: una jornada que forma parte de la Semana Santa y recuerda la última semana de Jesús en la Tierra. Este período va desde que llegó a Jerusalén, el Domingo de Ramos, hasta su resurrección, celebrada el Domingo de Pascua.


En esta ocasión, se conmemora la jornada anterior a la Última Cena, ocurrida el Jueves Santo. Allí se tejieron los eventos que desembocarían en su crucifixión y posterior resurrección.


Uno de los puntos que los fieles recuerdan hoy es la conspiración de la elite de Jerusalén para apresar a Jesús, preocupados por su prédica contra la acumulación de riquezas. En este sentido, en el Evangelio según San Mateo se dice que Jesús afirmó: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre al reino de los cielos”.


Del mismo modo, con algunos de sus actos, como la expulsión de los mercaderes del templo, Jesús intentó alejar a los fieles del lucro que representaban quienes querían derrocarlo.


Por eso, la tradición bíblica contenida en el Evangelio según San Mateo cuenta que, un día como hoy, “se reunieron los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo en el palacio del pontífice, llamado Caifás”. Fue en ese encuentro, a espaldas de la sociedad, que definieron “el modo de apoderarse de Jesús con engaño para darle muerte”.


Entre otros eventos, el Miércoles Santo se recuerda el acuerdo por treinta monedas de plata entre los príncipes de Jerusalén y el discípulo Judas para traicionar a Jesús


Entre otros eventos, el Miércoles Santo se recuerda el acuerdo por treinta monedas de plata entre los príncipes de Jerusalén y el discípulo Judas para traicionar a Jesús


Aunque estos príncipes de Jerusalén hablaban de engañar a Jesús, ese mismo miércoles él ya se preparaba para lo que sería su sepultura: algo que recién ocurriría el viernes.


En el capítulo de la Biblia llamado “La unción en Betania”, una mujer de esta ciudad vierte todo su óleo sobre la cabeza de Jesús y escandaliza así a sus discípulos por tratarse de un derroche. Tranquilo, Jesús contesta: “Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo. A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo”.


El último de los eventos que se recuerda hoy terminó de cerrar la conspiración contra Jesús. Fue la traición de uno de sus doce discípulos, Judas Iscariote, relatada de esta forma en el Evangelio según San Lucas: “Entró Satanás en Judas, que era del número de los doce, y fue a tratar con los príncipes de los sacerdotes y los oficiales sobre la manera de entregárselo. Ellos se alegraron y convinieron con él en darle dinero”.


El Evangelio según San Mateo precisa que le pagaron treinta monedas de plata por traicionar a Jesús, algo que -según la tradición- hizo al día siguiente, Jueves Santo.


En ese momento, que mañana se recuerda como día no laborable en nuestro país, Judas se aproximó a Jesús luego de la Última Cena, en el monte de los Olivos, y lo besó. Ese era el gesto que había arreglado con los conspiradores para delatar a Jesús ante los soldados.


Jesús, que ya había adelantado que uno de sus discípulos lo traicionaría, fue apresado por los sacerdotes y príncipes de Jerusalén. Ellos lo condujeron a las autoridades romanas que lo juzgaron y finalmente, el Viernes Santo, lo crucificaron.


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