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Las víctimas del departamento de Córdoba aseguran que en las declaraciones que dio el excomandante paramilitar Salvatore Mancuso Gómez, ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP ), este jueves, 11 de mayo, aún no dice nada nuevo. “Salvatore Mancuso aún no ha dicho nada de las masacres que se presentaron en Córdoba y las personas que aún están desaparecidas. 


Esperamos que en los días que faltan se pueda revelar esto porque no es solo el vínculo con la fuerza pública y política, hay más para contar”, dijo Álvaro Álvarez, líder social de Córdoba. Por su parte, Yulieth Guzmán, líder social de Tierralta, agregó: “no nos vamos satisfechas, tocó las cosas de manera amplia y nosotros necesitamos realmente la verdad. Por ejemplo, ¿Quién autorizó las violencias en el territorio? Especialmente, en el Nudo de Paramillo. ¿Cuál fue el objetivo de sacar a las víctimas de su territorio? Se lo preguntaron y no lo quiso decir, divagó, divagó y no dijo nada, nos vamos con ese inconformismo”, manifestó. Agregó: “esperábamos mayores detalles de Córdoba, pero todo fue general y lo que dijo nada es nuevo, lo único fue que lo dijo delante de la justicia, pero eso ya se sabía”. 


De otro lado, Mancuso Gómez detalló los operativos que se adelantaron de la mano con la fuerza pública en la zona del Catatumbo, en el departamento de Norte de Santander. En su crudo relato, Mancuso -quien comandó durante varios años el Bloque Catatumbo- narró las incursiones que se realizaron en zona fronteriza, las masacres que se ejecutaron como estrategia de guerra, los desplazamientos forzados que generaron, las fosas comunes que se construyeron y las órdenes que recibieron para arrojar los cuerpos de sus víctimas a Venezuela. Por orden del máximo comandante de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), Carlos Castaño Gil, se fijó que durante las incursiones se tienen que dejar “tirados” los cuerpos sin vida de las víctimas, esto como una estrategia de guerra para sembrar miedo en la población civil y enviarle un mensaje directo a los grupos guerrilleros, con quien sostenían una guerra a muerte. “Pero eso llegó al extremo de que nos llevábamos por delante de las poblaciones que se desplazaban. Producto de este temor y este terror que infligiríamos con nuestras acciones (...). 


Así que fue parte del teatro de poner en escena un teatro de terror, un teatro que impactara, que el enemigo viera si estoy aquí o continúe aquí”. Esta situación presentó un conflicto con Carlos Castaño Gil puesto que él (Mancuso) no estaba de acuerdo con esta estrategia. 


Sin embargo, para evitar problemas siguieron cumpliendo la orden, pues nadie quería contrariar lo ordenado por el máximo jefe de las AUC: “Los comandantes sobre el terreno dicen: 'No queremos problemas con Castaño ni con las Fuerzas Militares'”. 


Fueron estos mismos comandantes quienes tuvieron la idea de arrojar los cuerpos sin vida en la frontera con Venezuela. En sus crudas palabras, para “cambiarlos de jurisdicción”. 


Tras la pregunta de la magistrada, el excomandante paramilitar conocido que las víctimas superarían las 200. “Les solicito de manera muy respetuosa, su señoría, que me permiten al lado de ustedes ir personalmente con ustedes, para que pueda identificar dónde quedan esos lugares, recuperar esos despojos y repatriar, para reducir un poco el dolor a la familia. “Varios miembros de las Autodefensas fueron hasta territorio venezolano y arrojaron cuerpos (...), por eso uno de mis compromisos es lograr recuperar esos cuerpos. 


Esas desapariciones ocurrieron entre el año 2000 y 2001. En ese año, el mismo Carlos Castaño les impuso una orden para que cambiaran todas sus operaciones en todo el territorio nacional. Fue en ese momento en que se consiguió a instaurar los infames hornos crematorios con el fin de no dejar ningún tipo de evidencia sobre las víctimas. “Un mensaje que recibe el comandante (Carlos) Castaño, porque así nos lo transmite, y es que ha habido una reunión de altos mandos militares (Ejército y Policía), hay preocupación por las presiones que ha venido recibiendo el Gobierno nacional por la cantidad de muertos que están dejando”, aclaró. Las presiones aumentaron tras una reunión que celebraron los comandantes del Ejército y de Policía. “Esas presiones se hacen mucho más fuertes cuando se hace la transición de Pastrana a Uribe, en el 2002. 


Ante de las elecciones de Uribe se nos pide que no se hagan masacres, que los objetivos deberán ser menos de tres para que no se consideren masacres, para que tampoco afectáramos en los ascensos a los oficiales que estaban en el área porque se nos decía que si había muchos muertos esto afectaría todo y tendrían anotaciones en su hoja de vida”, precisó. En su declaración, el excomandante paramilitar se comprometió a entregar, en una audiencia reservada.

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