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La Iglesia Colombiana Metodista de Bogotá es ‘la casa’ del primer pastor cristiano y abiertamente homosexual que ‘predica’ la palabra de Dios y realiza labores sociales para reivindicar a las poblaciones con condiciones sexuales diversas en Colombia. Esta es la historia de Jhon Botia Miranda, quien tiene por bandera que todas las personas se gobiernan a sí mismas y por eso, todos los domingos sin falta, abre las puertas de su congregación para hablar sobre respeto y tolerancia.


En diálogo con el diario El Tiempo, Botia Miranda asegura que actualmente el cristianismo se ha convertido en una lista en la que “les dicen a las personas: ‘no tomes, no fumes, no tires (tener sexo), no te vistas’”. El pastor dice que lucha por hacer valer la libertad que Jesús dio.


Su ‘pastorado’ ha sido blanco de controversias, polémicas y comentarios tanto positivos, como negativos. Botia Miranda nació en Villavicencio y actualmente tiene 31 años, dice que jamás pensó en convertirse en pastor y que siempre se imaginó viviendo de la construcción de casas y con la recolección de agua en beneficio de los más necesitados, quería ser misionero. Sin embargo, la vida se encargó de mostrarle que su plan era con las misiones pero desde el púlpito.



El pastor dice que comenzó su ‘vida cristiana’ a los 13 años y se incorporó a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, más conocida como iglesia de los mormones. Allí, según Botia, esperaba encontrar un “hogar espiritual” que lo acercara a Dios y le permitiera “vivir su fe”. Cuando estaba próximo a cumplir 20 años, Jhon se mudó a Bogotá y se generó una paradoja en su vida: la iglesia a la que asistía era muy conservadora y él tenía una “lucha interna complicada”. Cuenta que comenzó a cuestionarse si él era el único homosexual que creía en Dios y para darle solución a su incógnita decidió crear un grupo de cristianos que hablaran sobre sus vidas. En esos espacios conoció a su actual pareja que lo invitó a la Iglesia Metodista que actualmente ‘pastorea’.


Botia ya tenía 26 años en el 2015 y ahí decidió alejarse de la iglesia mormona y comenzar a congregarse en la Metodista. Jhon asegura que ‘quedó en shock’ cuando se dio cuenta de que el templo al que comenzó a asistir era muy diferente a cómo se imaginaba, creía que habrían mujeres con faldas largas y hombres con biblia debajo del brazo a todas horas. Sin embargo, cuando fue por primera vez de traje y corbata, se dio cuenta que “el que desentonaba” era él.


Botia Miranda mencionó que quedó impactado con el servicio social que la iglesia ejercía y ejerce actualmente. Por lo que dos años después de su ingreso a esa iglesia “se ordenó”, recibió la eucaristía o como se conoce en las iglesias cristianas: Cena del Señor. Dice que espero mucho tiempo en recibir la hostia y el vino porque al ser homosexual se sentía pecador, sin embargo, al recibir la cena entendió que “Dios lo amaba”.


Tiempo después de congregarse en la Iglesia Metodista, el pastor de ese entonces lo llevó a unas capacitaciones, tiempo después su ‘mentor’ renunció y el nombre de Jhon Botia comenzó a sonar para ocupar la vacante. El día llegó, el 18 de enero del 2018, Botia Mirada se convirtió en el primer pastor gay dentro de la Iglesia Metodista en Colombia y Latinoamérica.


Jhon cuenta que a pesar de que hay otras iglesias con pastores homosexuales, aún “hay muchos otros pastores y sacerdotes que no salen del closet”. La vida de este pastor homosexual no sigue el estereotipo establecido en la mayoría de iglesias actualmente. Según Botia, él “no come biblia todo el tiempo”, sale a rumbear, de vez en cuando bebe cervezas y hace actividades como cualquier persona.


“No me he casado con la institucionalidad y lo bonito de la Iglesia Metodista es que pensamos y dejamos pensar. Dios nos llama en diferentes contextos”, dice el pastor. Actualmente, Botia estudia teología y vive de su carrera de mercadeo y publicidad.


Al ser nombrado como pastor, por su condición sexual, buena parte de la comunidad ‘enfureció’. Cuenta que la Conferencia Episcopal dijo que su nombramiento no era válido y en otras congregaciones cristianas denominaron a la Iglesia Metodista como la ‘iglesia de los maricas’. Incluso, los feligreses de la iglesia que Botia precide hacían comentarios relacionados a su condición sexual: ‘¿Este man qué? ¿Será que nos mariquea a los niños?, es un pervertido’. Sin embargo, Jhon dice que hizo oídos sordos y continuó con su labor social y ‘ministerial’. “Les cambió el chip. Los vecinos no vienen al culto, pero me respetan mucho. Se creó una relación basada en el respeto”, dice.


Su principal lucha es tener contentos a todos, dice que muchos aún no entienden su teología y solo juzgan. “Nuestro mensaje es el amor y el de un Dios que no es el que nos venden, sino uno amoroso, que es padre, madre, tío, tía, amigo, amiga, y está siempre abierto para reconfortar. No tenemos miedo de perder o que nos humillen y persigan, creemos es en la justicia social”, cuenta.


La Iglesia Colombiana Metodista ha sido criticada en múltiples ocasiones por su apoyo constante a la comunidad LGBTI. Sin embargo, desde 1996, realizan una importante labor con actores vulnerados como desplazados, desmovilizados y reinsertados. Jhon pastorea la sede ubicada en la localidad de Chapinero, una zona reconocida por ser epicentro de la movida gay en Bogotá, en la carrera 1a # 65-14. Sus fieles no superan las 30 personas y según Botia, 18 son de la comunidad LGBTI, población indígena, afro, entre otros.


“No creemos en iglesias para homosexuales o para heterosexuales, creemos que hay iglesias para personas. Somos una comunidad de creyentes, no nos distinguimos por raza, género ni nivel socioeconómico. Nos reunimos los creyentes como una manera de fe”, menciona el pastor.


Según Jhon, la Iglesia Metodista tiene una postura diferente a las iglesias cristianas ‘de antaño’. En esta congregación hablan de Dios con un cometido: no discriminar por raza, sexualidad, ni etnia. “¡Yo adoro a ese tipo”, dice el pastor haciendo referencia a Jesús. Botia terminó su diálogo con El Tiempo con un controversial mensaje: “Quiero decirle a todas las personas de la población LGBT que Dios les ama y que cuando lo conozcan o la conozcan van a sentir una liberación y amor profundo. No se den látigo, no se atormenten, no vayan a terapias de conversión. Acéptense”.



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