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Uno nace con los polvos contados. Polvo que no se echa se pierde irremediablemente”, dicen que dijo Gabriel García Márquez sin imaginar la magnitud que alcanzaría.


En una región macondiana como es el municipio de San Carlos, pasó una historia que pareciera sacada del mundo garciamarquiano y fue publicada por el Meridiano de Córdoba, la mañana de este viernes 13 de noviembre, donde se narra la acalorada discusión entre un sujeto a quien apodan el gambeta y una venezolana a la que no se le conoce su identidad.


Según cuentan los testigos del hecho, una joven de origen venezolano, esbelta, de aproximadamente 20 años de edad, a quien todos describen como carismática y hermosa; en vista de la situación por la que atravesaba decidió ganarse la vida organizando una rifa en el pueblo de carrizal, perteneciente al municipio de San Carlos, pero distante a unos 15 minutos de la ciudad de Montería.


Como no contaba con recursos para comprar un premio, decidió rifar unas cajas de cerveza con una boleta de 5 mil pesos, o el premio mayor, una noche de pasión con ella, por solo 10 mil pesitos. El premio jugaría con la lotería del sinuano y como era de esperarse, en cuestión de días se agotaron los cien números para el sorteo.


Uno de los compradores fue el ‘gambeta’, un joven jornalero que, emocionado por pasar una noche con esa bella mujer, decidió apostarle a uno de sus números de la suerte, precisamente el que jugo, con tan mala suerte que no lo pago y por obvias razones “numero que no este pago, no juega”.


El gambeta emocionado salió a cobrar su premio, bien vestido y perfumado; pero cuando llego a donde estaba la mujer, esta le dijo que no podía pagarle, es decir, no iba a tener la noche de pasión; porque sencillamente él no había cancelado el valor de la boleta. Molesto, el hombre le reclama a la venezolana para que le dé, lo que él consideraba que era suyo, hecho que genero todo un alboroto en el pueblo.


Ante esto, la mujer no tuvo más remedio que irse del pueblo a probar suerte con sus rifas a otra parte, mientras que el ‘gambeta’ se quedó, literalmente, vestido y alborotado.




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