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Periodismo Investigativo Entre Ríos.



La masacre y quema de El Tomate, cometida el 30 de agosto de 1988, por grupos paramilitares, tuvo su origen el 27 del mismo mes y año. Tres días antes de los macabros hechos sucedidos hace 33 años en esa población del municipio de Canalete, al occidente de Córdoba.


El 27 era sábado y el día estaba caluroso. A la tienda La Amistad -como todos los fines de semana- habían llegado campesinos de diferentes sectores de la región, a distraerse y desestresarse ingiriendo cervezas bien frías. También a escuchar vallenatos de los buenos.


Ese sector hacía el occidente, en límites con Antioquia, es bastante boscoso. En la zona operaban las guerrillas marxistas leninistas del Ejército Popular de Liberación (EPL). Aunque se dice que también estaba el ELN y reductos de las Farc. Por el lugar pasa la serranía de Abibe.


Después de las 5:00 de la tarde, llegó a la tienda más grande de la población, un grupo de 5 o 6 guerrilleros del EPL vestidos con camuflados, armados y con instrumentos vallenatos. Llegaron con caja, guacharaca y acordeón.


Era una costumbre que, integrantes de ese grupo subversivo hicieran presencia en el lugar, como lo hacía el Ejército o la Policía. A veces hasta se topaban los tres en el mismo sitio, sin darse cuenta.


Los rebeldes del EPL, que tenían los fusiles terciados en la espalda, comenzaron a tocar sus instrumentos al frente del negocio. Con su música deleitaban a los asistentes que ya estaban bastante ‘calientes’ con las ‘frías’ que se habían tomado.


Hubo un momento en que el conjunto ‘vallenato’ tocaba la canción ‘La gota fría’ del maestro Emiliano Zuleta Baquero. Pero cuando llegaban a la estrofa que dice: “te la llevas tú/ o me la llevo yo/ pa’ que se acabe la vaina/ Moralito a mí no me gana/ porque no me da la gana”.


Los insurgentes cambiaban por completo la canción y hacían una especie de parodia: “le das tú/ o le doy yo/ pa’ que se acabe la vaina/ esos manes no nos ganan/ porque no nos da la gana”. La gente se preguntaba para sus adentros a quien se referían.


Un campesino con rasgos indígenas, había sido de los primeros en llegar en bestia al lugar. Vestía overol, con camisa a cuadros, calzaba botas y tenía un sombrero Vueltiao Zenú, además de un poncho. El mismo expresó en tono Caribe ante sus compañeros:


“Eche carajo, estos tipos cantan raro. Le cambian el sentido de la letra a la canción. La verdad es que no me gusta nada la forma como están interpretando esa vaina”.


Pero otro de baja estatura que estaba en la misma mesa y vestía casi igual al anterior, pero portaba un sombrero aguadeño y con acento paisa; respondió: “Ave María, pues hombre. Eso no quiere decir nada pues. Ese es el mismo zapato nuevo con la misma pecueca ombe”.


Pasan vehículos por el pueblo


Al anochecer los guerrilleros seguían tocando. En esos instantes pasaron por el lugar, con dirección al corregimiento de Popayán, dos vehículos: un Toyota Land Cruiser y un camión 300 carpado. Aparentemente el camión llevaba 20 hombres armados.


Cuando los vehículos llegaron al puente del río Canalete, a la entrada de Popayán, dejaron a los 20 hombres que iban en el camión a “cuidar” la hacienda Nome del ganadero y político Jesús María López Gómez, conocido como ‘El Mono’ López.


Los dos automotores se regresaron debido a que no pudieron cruzar, ya que el puente estaba dañado. Solo había paso peatonal. Entre Popayán y El Tomate hay una distancia de siete kilómetros.


Los habitantes de la región comentaban que ‘El Mono’ López había contratado a un grupo armado para autodefenderse en la finca, puesto que la guerrilla del EPL lo tenía asfixiado ya que le robaba ganado y lo extorsionaba.


Los guerrilleros del conjunto estaban descansando de una de las tandas musicales. En ese momento se dieron cuenta que los vehículos regresaban. Agarraron sus armas y corrieron rápido hacía a la entrada de la finca Quitasueño de Rodrigo García Caicedo, ubicada al lado de El Tomate. Ahí se escondieron.


Cuando los vehículos pasaban soltaron las ráfagas de fusil. En el sitio murió el conductor y el acompañante del Toyota. En el camión iba apenas el conductor, el cual se metió debajo del vehículo e imploró a los guerrilleros para que no lo mataran. “Yo tengo hijos y solo fui contratado para hacer el viaje” decía. El hombre se salvó.


Después que llegaron las autoridades para las inspecciones de los cadáveres, se constató que los muertos eran ‘trabajadores’ del primer alcalde popular de Montería, el liberal Jesús María López Gómez.


El mandatario había sido elegido en el mes de marzo de 1988 y se había posesionado el primero de junio del mismo año. Tenía la mencionada hacienda en la zona de Popayán, hacía donde se habían dirigido los hombres del camión.


Ese hecho fue ‘el Florero de Llorente’ que ocasionó la incursión armada al corregimiento de El Tomate y otras localidades vecinas el 30 de agosto de 1988, como lo asegura el hoy personero de Canalete, Gustavo Pérez González.


¿Cómo fue la masacre y la quema?


La matanza comenzó pasada las 5:00 de la tarde del martes 30 de agosto en la vereda El Cocao. Allí fueron asesinados Rubén Pérez y Eliodoro Castaño, al igual que una joven bien parecida, que en el momento no fue identificada. Todos tenían disparos de fusil y pistola.


Los tres campesinos vivían en la finca El Ají de propiedad de Rubén Pacheco, quien fue asesinado 20 días después en Montería. Los tiros se escuchaban en la zona sin saber que la muerte estaba haciendo su recorrido. El grupo de sicarios lo conformaban unas 12 personas.


La ruta de los dantescos hechos siguió a La Apartada de Provincia, donde fueron ultimados 9 o 10 jóvenes que, habían ido desde El Tomate, a acompañar al conductor y al dueño de un bus para recoger unos productos agrícolas en el puente de Popayán. Allí también mataron a Johnny Pérez, propietario del bus.


El grupo armado se apoderó del bus y obligó al conductor a llevarlos hasta El Tomate, donde llegaron a hacer sus fechorías y luego siguieron hasta cerca de Santa Lucía.


Pasadas las 7:00 de la noche llegaron a la tienda La Amistad de la familia Pérez González en El Tomate, donde todas las noches los habitantes se reunían a ver televisión, pues, era la única casa que tenía una planta de ACPM y a la vez contaba con un televisor.


Para la época en la población no había energía ni ninguna clase de servicio público, a excepción de un puesto de salud y una escuela que prestaban atención a la comunidad. Hoy cuenta con casi todos los servicios.


La gente que estaba en la tienda, la mayoría jóvenes, lo primero que sintieron fueron las ráfagas de los fusiles R-15 y pistolas Colt-45. Los sicarios le disparaban a todo lo que se moviera dicen sobrevivientes.


Allí murió baleado un joven llamado Bolívar Guerra, que cayó en una alberca utilizada para recoger agua lluvia. También asesinaron a un vecino de nombre Miguel Agámez y otra persona.


Mientras un grupo iba disparando y matando, otro se encargaba de prenderle fuego a las viviendas de palma de la población. Fueron por lo menos 20 las casas incineradas en esa ocasión. En una de esas casas murió incinerado el niño de 4 años Yanio.


Los trágicos hechos finalizaron cerca del corregimiento de Santa Lucía en Montería, en la vía que va a Las Pavas, donde los asesinos acabaron con la vida de Orosmán Soto y Luis Galindo, conductor y ayudante del bus, respectivamente. El vehículo fue quemado en el lugar. El grupo armado tomó la vía hacía Puerto Escondido.


Luego que las autoridades hicieron las inspecciones de los cuerpos sin vida, se dijo que los muertos eran por lo menos 20, los que había arrojado la masacre de El Tomate.


Sin embargo, para el abogado Gustavo Pérez González, dice que el número de muertos esa vez es incierto. Pero precisa que la cifra fue superior a los 20 homicidios.


Refuerza su argumento al precisar que algunos de los cadáveres fueron devorados por aves de rapiña. Esa vez el grupo armado iba matando gente por toda la vía, a todo el que encontraban le daban plomo, reiteró.


Tres se salvaron debajo de una cama


En la masacre y quema de El Tomate, tres personas se salvaron porque se metieron debajo de una cama de un solo puesto, que estaba en una de las habitaciones de la casa de la familia Pérez González.


Una de esas personas fue Bladimiro Hurtado Martínez, de 29 años, administrador de la tienda La Amistad. Ahí se refugió con Donatila de 22 años y Tomás de 18 años. Los dos primos hermanos y de apellido Carmona, que trabajaban en la vivienda de la familia Pérez.


Debajo de la cama no podían hacer ningún tipo de movimiento por la estrechez del mismo y el miedo que generó la presencia de hombres armados. Solo movían los labios para orar y pedirle a Dios que los protegiera y que los sicarios no se asomaran por ahí o se retiraran.


De allí salieron al día siguiente y se encontraron con escenas macabras: varias personas muertas, señales de disparos y destrucción por todas partes. También las casas quemadas en todo el pueblo.


Pero como si todo eso fuera poco, durante 15 días después de la incursión del grupo armado, tuvo que dormir en el monte de los alrededores de la población junto con otras personas, ya que temían el regreso de los sicarios.


El hombre de pequeña estatura es una mezcla de indígena y afro, es natural de Arache, Chimá, pero hacía algunos años residía en El Tomate. Hoy tiene 62 años, Vive en Montería y se dedica al mototaxismo. Dice que no desea acordarse de lo sucedido.


El hombre, con asombro en la cara y sollozo, dice que está vivo porque así lo quiso Dios. “Además, fue un milagro del Todopoderoso, por eso me salvé”. Ruega para que un hecho como ese no se vuelva a registrar jamás.

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