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 Por: Marcos Daniel Pineda García.



En 211 años de vida republicana, Colombia ha acumulado una deuda histórica con el campo, que siempre ha sido la cenicienta del país, haciendo de los campesinos los principales damnificados en un cuento que hasta el momento, no parece tener final feliz. Necesitamos acciones inmediatas que se conviertan por fin en proyectos ejecutados, iniciativas reales y sobre todo, resultados palpables.


En Córdoba acabamos de vivir tan solo una escena del panorama desolador que existe en todo el país, por mil toneladas de ñame que se represaron en Moñitos, por falta de vías para transportarlas e inexistencia de alternativas de comercialización. Exalto la iniciativa del Ministerio de Agricultura y la Gobernación de Córdoba, de realizar una “Ñametón”, que ayudó a salvar no solo esta cosecha sino también la economía de más de 600 familias campesinas. 


No encuentro lógica alguna en el hecho que producir una tonelada, no solo de ñame, sino de cualquier otro alimento, resulte más costoso que su valor en el mercado por la inversión en insumos. En buena hora, cursa en el Congreso de la República el proyecto de ley +Agro, de autoría del Represente a la Cámara, Wadith Manzur, que justamente busca darle herramientas al Ministerio de Agricultura, para reglamentar los costos de todos los insumos agropecuarios, sin que se vean afectados los márgenes de los fabricantes y comercializadores y brindando precios justos a los compradores.


También resulta inaudito, que en pleno siglo XXI, cuando en Colombia ya se habla de  carreteras 4G, las vías rurales o terciarias por las que se transportan los productos del campo, sigan siendo trochas polvorientas, que en temporada de invierno son prácticamente intransitables. Siempre he sostenido que Colombia necesita una agencia nacional para vías terciarias con autonomía presupuestal y un programa ambicioso de construcción y mantenimiento; necesitamos un doliente eficiente de este tema, porque las entidades territoriales no tienen la capacidad de afrontar este reto enorme por sí solas, en un país mayoritariamente rural. 


Es hora de evolucionar de la producción primaria, pasando por el manejo de poscosecha a la transformación de productos, para fortalecer la agroindustria en nuestra región. Debemos apuntarle a estrategias novedosas como la implementación de packing house y la comercialización nacional e internacional.


Otra de las necesidades urgentes del campo colombiano es la legalización de la propiedad. Tenemos que avanzar en titular predios para que los pequeños y medianos productores, que tienen tierras pero no están legalizadas, puedan contar con un título que les permita ser agentes de crédito y beneficiarios de programas de asistencia técnica y subsidios; pero también tenemos que avanzar en leyes que agilicen y flexibilicen estos procesos, para garantizar el acceso fácil, equitativo y oportuno a los beneficios del gobierno.


Qué bueno sería que todos tuviéramos la oportunidad de reconocer el esfuerzo que hay detrás de cada alimento que llega a nuestras mesas, pero para ello, necesitamos trabajar juntos por un país de menos promesas y más garantías para nuestros campesinos, con resultados que le permitan al campo colombiano dejar de ser la tierra del olvido y avanzar hacia caminos de mayor bienestar y desarrollo.



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