Post Top Ad


En los primeros días del nuevo año, cuando las festividades patronales llenan de alegría el Litoral Caribe y el departamento de Córdoba, es esencial reflexionar sobre algunas de estas tradiciones, en particular, las fiestas de corraleja, un neocirco arraigado en la región. En estos eventos, el espectáculo principal es la "corrida" de toros, una práctica con profundas connotaciones culturales y folclóricas.


En diversos municipios de Córdoba, estas festividades atraen a multitudes que se congregan en plazas improvisadas, construidas sin rigor técnico, donde se celebra la "corrida" de toros. Este enfrentamiento entre el hombre y la bestia, acompañado de música de porro y la participación entusiasta de la multitud en frágiles graderías de madera, forma parte de una celebración arraigada pero cuestionable.


Este neocirco, sin embargo, plantea preguntas sobre su impacto cultural y ético. ¿Es adecuado asistir a un espectáculo donde los derechos de los animales se vulneran y se exponen vidas humanas en nombre de la cultura? ¿Es este un ejemplo de culto a la barbarie en nombre de las tradiciones?


Comparado con el circo romano, donde la distracción del pueblo se utilizaba como una estrategia política, las corralejas nos recuerdan la expresión "Pan y circo" del poeta Juvenal. En un contexto de pobreza y desigualdad, estas festividades pueden verse como una forma de mantener a la población distraída de asuntos esenciales.


Es crucial respetar estas tradiciones, pero también es imperativo repensarlas en términos dignificantes. Las fiestas de corraleja deben centrarse en el ser humano y su dignidad, construyendo una cultura que genere conciencia social. No pueden seguir replicando la lógica del Circo romano, sino convertirse en expresiones culturales que fomenten el pensamiento, el progreso, el desarrollo y el bienestar para todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Post Top Ad