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Por: Marcos Daniel Pineda García.



Un nuevo reto en mi vida pública, me ha dado la oportunidad de hacer recorridos a lo largo y ancho de Córdoba. Estrechar la mano de viejos y entrañables amigos, cultivar nuevas amistades, visitar los pueblos a los que siempre es bueno volver y descubrir lugares aún desconocidos, me ha llevado a enamorarme más de mi hermoso departamento. 


Estampas vivas, llenas de recuerdos de la niñez y de mi vida en familia, que me enseñó a amar cada centímetro cuadrado de esta tierra bendecida. La inmensa riqueza de los campos que se transforman y diversifican de manera única, anuncian a cada kilómetro la pronta llegada a los municipios que componen nuestra geografía.


Quién no se maravilla cuando después de una pronunciada curva se ve inmerso en la majestuosidad de la Ciénaga Grande del Bajo Sinú o mientras se acerca al imponente Centro Histórico de Lorica, con el mercado público como fachada principal, que nos invita a degustar un delicioso bocachico frito y recorrer el malecón, para luego tomarse una foto frente al mural del maestro Manuel Zapata Olivella.


La alegría de respirar el salitre en el aire y ver a lo lejos los azules del mar y el cielo fundirse en uno solo, mientras nos acercamos a las playas de los municipios costaneros, como Puerto Escondido, donde nos reciben a ritmo de bullerengue con la alegría de sus habitantes. O la siempre hipnótica experiencia que nos brindan las playas de Moñitos y San Bernardo del Viento.


Viajar por Córdoba es dar una mirada a la historia. De Ciénaga de Oro, por ejemplo, uno de los municipios más antiguos de la región, se dice que sus primeros habitantes datan de hace tres milenios. Allí, la celebración de la Semana Santa es patrimonio religioso y cultural y el chicheme y la caraqueña, preparaciones tradicionales del municipio, son como bebidas celestiales.


Las notas de las bandas de viento nos llevan a San Pelayo, donde el porro es el protagonista del más colorido festival y uno de los principales epicentros de nuestra cultura musical. Incontables alboradas y amaneceres con las aguadoras como testigo, son imborrables memorias que nos transportan a este bello municipio.


Tenemos tierras emprendedoras y productivas, como Chinú, donde más de 460 familias se dedican a la fabricación de calzado de excelente calidad y donde sería imperdonable no degustar los deliciosos quesitos que venden a la orilla de la carretera.


Desde allí nos transportamos a la subregión del San Jorge, tierra minera por excelencia, con municipios de gran proyección como Puerto Libertador y Montelíbano, así como de gran auge ganadero y comercial como Buenavista, Planeta Rica, Pueblo Nuevo y La Apartada. Disfrutar de un buen bagre en el antiguo puente sobre el río, se ha vuelto una parada obligatoria. 


Son apenas algunos de los lugares que he podido visitar en los últimos meses, confirmando que nuestra región aún tiene mucho potencial por descubrir, problemas que solucionar y caminos de desarrollo por andar.


Por lo pronto, seguiré en las carreteras recorriendo mi departamento. Aún faltan viajes por hacer, nuevos amigos por conocer y municipios por visitar. 


Juntos debemos trabajar para darle a esta tierra el lugar que se merece y entre todos hacer de Córdoba un verdadero protagonista nacional.

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